sábado, 7 de febrero de 2015

Al final va a tener razón el señor Sabina, que solo calan los besos que no has dado, porque no sé buscarte a tientas en otros labios ni en otro cuerpo y mientras tanto me conformo con saberte amargo en el recuerdo de un tiempo más pasado que amado. El problema fué que no supimos danzar al unísono, fuímos solo dos funámbulos novatos jugando a ser expertos entre las cuerdas del amor y el odio, como las páginas de un libro que no gusta a nadie, como  marionetas del propósito sinuoso del destino. Simplemente llegó un día en el que las reconciliaciones en la cama no alcanzaron  para callar el sonido seco del portazo que dió el orgullo y tuvimos que colgar en la puerta el cartel de: "Se nos ha acabado el amor, vuelva más tarde".

Dejaste tanto en este cuerpo, muy poco espacio para tantas noches de escapada, llenas de luces neón y deseos de poder parar el tiempo, demasiadas.


 Me consumiste como un cigarrillo entre tus dedos y durante un tiempo solo fui ceniza esparcida por el suelo, pero un día llegó a la cuidad una bocanada de aire fresco , que me hizo volar sobre todos aquellos lugares en los que en una época valiente de mi vida, fuí una sola. Que me hizo ver que hay algo más radiante que tú y yo un domingo acostados en el césped de nuestro lugar favorito,  algo más hermoso que verte leer, más que mi nombre dicho por ti, más que yo haciéndote reír por la calle y ese algo era yo. Yo acostada en aquel césped, yo leyendo a Cortázar, yo diciendo el nombre de otro, yo riéndo por las burlas de ese chico tan alegre, simplemente yo mirándome al espejo. 


Tal vez por tu culpa ahora huya de cualquiera que me ofrezca su significado del amor dándolo por erróneo siempre, tal vez no decida tirarme a esa piscina sin agua que es el amor, tal vez decida no querer a alguien, no porque no pueda sino por la duda indeleble de si podrá alguien quererme a mí. Cuando la paciencia me flaquea me consuelo con el "No saben lo que se han perdido", pero me han dejado marchar tantas veces ya, que empiezo a creer que la única que esta perdida en este lugar, soy yo. 

viernes, 6 de febrero de 2015

Otra vez me empieza a doler tu lado de la cama y recuerdo cuando aún eramos, así, en plural. Y es que pierdo las batallas contra este vacío que irónicamente y a modo de burla cínica, ahora lo llena todo, será por esta herida mal curada, pero tengo escondidos del fantasma del olvido tus caricias en la espalda y el sonido exacto de tus dientes contra mi clavícula. Y qué cara pusiste cuando dispuesto a luchar contra los monstruos de debajo de mi cama, te conté que ellos eran mis únicos amigos. Niña de los ojos tristes a la cuál parece que nunca se le acaban las preguntas. ¿Pero cómo iba a dormir sin saber qué te hacen sentir los columpios del parque, a qué te huelen las páginas de un libro nuevo y si te has dado cuenta que tenemos el mismo lunar en la cintura?

¿Cómo no iba a quererte?, por acariciarme las mejillas sigilosamente como a un animal salvaje pero sin la cruel intención de domesticarlo, por realizar la utopía de quererme cuando rasgaba el orgullo, por sacarle la lengua a los niños en la cola del supermercado, por no preguntarme nunca por mi madre, por deshacerme con cosquillas los temores contenidos en mis moños mal hechos, por el:


"Me siento como tú, sin madurar ni querer hacerlo, huelen a todo menos a libros y a nuevo, huelen a acostarse en el césped recién cortado, a nostalgia, a café, y tú niña distraída, ¿Te has dado cuenta que ese lunar es lo primero que beso cada vez que te quito la ropa?"


Pero sobretodo, por confesarme en nuestro fuerte construido con sábanas y sudor, que nunca, nunca habías sido tan feliz, como en un remolino de colores.

martes, 3 de febrero de 2015

Voy a contarte que no, que no he pensado en tí, que he estado evitando el correteo infatigable de tu presencia en los rincones de mi cabeza nublada, porque desde que no te dejo entrar duermo por las noches, incluso en las estrelladas y canto por los pasillos de este vivir a medias canciones de amor ausente que antes me hacían llorar.

Desde que construí un fuerte contra tu recuerdo, contra ese interminable remolino de preguntas amargas con respuestas vacías, la idea de quererte para siempre se me va quedando grande y el olvido me parece un semáforo en verde listo para cruzar.


No me digas "te lo advertí chica torpe", sé que es de cobardes lo que hago, esto de vivir con los ojos cerrados para no verte, pero puedo contarte también, que te dí todo lo que cabía en este cuerpecito. Que todo lo que alguna vez fué solo mío, lo envolví con cuidado en cada insomnio que la niebla de aquel "nosotros" me provocó.


Y que así poco a poco me volví siamesa de tu amor y luego no supe recoger los pedazos de mi alma cuando tú decidiste, así como quién pide un taxi o mira el reloj, borrarme de tu vida para siempre.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

El "quién sabe" es peor que el "ojalá".

Y quién sabe,
si la primavera sea capaz de colarse entre las grietas de mi pecho (esas que dejaste) y hacer que crezca entre ellas un jardín de margaritas tristes, que haya tantas, que escondan celosamente la cicatriz de lo que fuimos.

Que ocurra un pequeño milagro y cada vez que me busques en otros besos, en otros labios, recuerdes que un día oscuro de noviembre guardé para tí mi vida entera en una maleta, que puse delante de tu puerta. Aquel día toqué el timbre y salí corriendo, sientiéndome una niña de melancolìa caótica otra vez, pero tú, tú nunca abriste. Te dedicaste a observar mi mundo por la nefasta mirilla de una puerta. Y yo me dediqué a unir patosamente los pedazos desquebrajados de mi corazón con un pegamento barato hecho de promesas tuyas y presentimientos certeros de saber en el futuro, cuál de los dos iba a empuñar el arma y cuál a recibir el mudo disparo. Sí, aunque maquille con caricias de una noche y te quieros de segunda mano, la herida de aquella bala aún sigue en el lado izquierdo de mi cuerpo.


Y quién sabe,

si simplemente dejó de gustarte que saltase descalza en la cama, que me pintase de rojo la boca o que te despertase con Benedetti a las tres de la madrugada (lo siento, no podía esperar). Y es que no intentaste abrir los cofres de secretos sucios por el polvo del pasado, que guardo sobre mis pestañas cada vez que lloro. Incluso cuando gritando en silencio te pedí que lo hicieras. Que desde que no me abrazas mi corazón esta lleno de humedades porque esta lluvia incesante de recuerdos me salpica heridas que creía ya cerradas y me inunda con dolor el desierto en el que se ha convertido mi piel desde que no la besas.

Y quién sabe,

si alguna vez podré dejar de admirar (odiar)
cómo pudiste salir entero de esta revolución que llegó a tu vida en el preciso instante en el que entré yo.